La humanidad nunca había visto una silla vacía con rejas, tras las cuales asoman unos ojos tristes. Ni una silla con alas, suplicando en silencio la liberación de un niño secuestrado. Ni una silla con un osos de peluche, para que vuelva a casa un niño de 9 meses.
240 sillas vacías son una protesta y una súplica a una nueva modalidad de barbarie inventada por Hamás, este grupo terrorista siempre creativo para inventar nuevas formas de hacer sufrir a los judíos, estos necios que insisten en existir.
Y para ello utilizan a sus niños, a sus mujeres, a sus ancianos y a sus heridos. ¿Por qué no? El mundo olvidará pronto los niños despedazados ante sus padres o los padre mutilados ante sus hijos.
Aún así, en vez de llamarse “las sillas de la barbarie”, la exposición se llama las sillas de la esperanza. Porque el Pueblo Judío, fiel a su tradición absurda de confiar en la compasión de los hombres hasta el punto de hacer de la esperanza su himno, aguarda, pide, ruega, suplica, que estos rehenes vuelvan a casa.
Y sin embargo, en su incursión terrestre a Gaza, los soldados han encontrado cadáveres de secuestrados, quienes pasan de la lista de secuestrados a la de asesinados.
Ya no son 240 sillas.
El 9 de noviembre, se dio a conocer la muerte de Roni Eshel, presunta secuestrada, por cuya liberación se organizaría una ceremonia al día siguiente.
El lunes 13 por la noche, Hamás publicó un vídeo propagandístico de Noa Marciano, una de las cautivas de Hamás, en el que aparece hablando ante la cámara cuatro días después de ser tomada como rehén, identificándose y diciendo los nombres de sus padres y de su ciudad natal.
El 16 de noviembre, tropas hallaron el cuerpo de Yehudit Weiss, llevada viva a Gaza, cerca del Hospital Shifa.
Como motivo de la exposición de arte objeto, un cartel decía: “Esta voz es el rechazo a toda forma de violencia, es un grito de libertad para que el bien prevalezca sobre la obscuridad, para que la razón la justicia y la luz ilumine el sendero de la humanidad”.
Fuente: Enlace Judío