El doctor Alejandro Frank y dos colegas científicos de la UNAM ofrecieron una conferencia en el Colegio Nacional, donde discutieron ideas profundas respecto a la mecánica cuántica, la física clásica y las aparentes contradicciones entre ellas que desafían la lógica convencional.
¿Existe la realidad? Pareciera una pregunta filosófica pero, como pasaba en la Grecia clásica, algunas veces la ciencia y la filosofía convergen en cuestiones cuyas respuestas son todo menos unívocas, claras o precisas. La luz, un fenómeno físico cuya percepción nos revela la existencia del mundo, ha servido como un punto de partida para que los científicos comprendan mejor ese misterioso universo diminuto constituido por las partículas elementales, campo de estudio de la física nuclear.
“El extraordinario mundo de los átomos y la luz: la mecánica cuántica desde Einstein
a Oppenheimer y más allá” fue el título escogido para la conferencia a tres voces ofrecida el pasado 28 de septiembre en las instalaciones de El Colegio Nacional.
Una concurrencia bastante nutrida observó la plática a través de una pantalla, puesto que una manifestación política en las calles del centro impidió a los ponentes presentarse personalmente.
El físico judío Alejandro Frank, miembro del Colegio, moderó la conferencia, al tiempo que ofreció él mismo un segmento de esta. Fue precedido por Alfred U’Ren, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, quien hizo un esfuerzo para introducir al público algunos conceptos básicos sobre la luz y sus propiedades, y sobre la vieja discusión respecto a si esta está formada por ondas o por partículas.
Luego, Hahen Hakyan, del Instituto de Física de la UNAM, tomó el hilo para abordar temas como la direccionalidad del tiempo y el entrelazamiento cuántico.
Los tres científicos sacudieron a los asistentes con datos y preguntas asombrosas sobre la materia y la energía, sobre cómo la observación de un fenómeno afecta al fenómeno en sí, y sobre las implicaciones filosóficas de aceptar que, quizá, lo que realmente existe y lo que nosotros percibimos son dos cosas distintas.
Fuente: Enlace Judío