Las atrocidades del 7 de octubre descienden, como una bruma, sobre el Antiguo Senado en la Ciudad de México. Cuesta trabajo entrar al recinto. El pueblo judío ya tiene otras víctimas que recordar, además de las del Holocausto: el reciente derramamiento de sangre judía a miles de kilómetros de aquí, a través del océano.
No se podía ignorar, en este ritual de cada año, que el Pueblo Judío ha recibido otro golpe más, apenas hace tres meses. Otra manifestación de odio y de crueldad gratuita, la continuación de siglos de inquisiciones, holocaustos, pogroms y similares.
Esta vez, en el corazón del Estado que nació de la persecución y que debe reconocer que su esperanza, su himno, es una utopía: los enemigos del pueblo judío siguen queriendo aniquilarlo, con la misma saña y determinación que antaño.
Volvimos a sentir la vulnerabilidad ante el odio ciego. El duelo es privado.
Por ello, esta celebración oficial, que a petición del senador Ricardo Monreal Ávila, se realiza año tras año en el Senado de la República, no guarda el mismo significado, sino que la ensombrece la consternación que causa, en momentos complicados, la indiferencia.
El dolor de un pueblo perseguido, este dolor que lleva el judío a cuestas, vuelve a reavivarse cuando las promesas se rompen y los discursos se quiebran. El vocabulario se vuelve vano y las palabras, algunas de ellas que se pronunciaban como sentencias inquebrantables, suenan huecas cuando no son acompañadas de acciones.
Dos de estas palabras aparecieron en todos los discursos. Quien mejor supo definirlas fue la embajadora de Israel, Einat Kranz:
“El legendario lema que surgió del Holocausto, ese de ‘Nunca Más’, solo dos palabras, tan contundente que se repitió miles de veces desde el término de la II Guerra Mundial, ahora debe ser aplicado y puesto en práctica”.
Pero también en la introducción de Aliza Chelminsky:
“El 7 de octubre nos recordó que el “Nunca Jamás”, que parecía un voto de eternidad, se resquebrajó”
Un voto de eternidad.
El senador Noé Castañón las pronuncia también:
“Nos debe de unir y reafirmar nuetsro compromiso con la paz, la tolerancia y la convivencia armoniosa entre todos los pueblos, a fin de que NUNCA MÁS se repitan tiempos oscuros como los vividos en esta época”.
Y el senador Ricardo Monreal:
“En un mundo en conflicto donde se debilita la fuerza del “Nunca más”, adquiere más importancia hacer memoria y recordar que son nuetsras diferencias las que nos enriquecen pero que tenemos que conciliar”.
El embajador de Alemania, Wolfgang Dold:
“Nunca Jamás es hoy”.
Se dice que la primera víctima de un conflicto es la verdad, pero creo que también lo son las palabras. “Nunca más” suena vacío e inútil. Lo escuchamos repetirse, año tras año, y creíamos que significaban: “Nunca más permitiremos que eso suceda; y si sucede, lucharemos a su lado”. Pues sucedió. Y el mundo se quedó mudo.
Busquemos otro lema, por favor.
Fuente: Enlace Judío